Simón Pachano: Disonancia borreguil | Columnistas | Opinión
Escrito por dh8fm el abril 29, 2024
Entre los instrumentos de análisis de la política se usan varios sinónimos de fanatismo para entender fenómenos como la explicación del resultado de la consulta popular hecha por los borregos y la de su pastor para negar la cercanía política con el contralor delincuente. La psicología calificaría a ambas actitudes como muestras evidentes de disonancia cognitiva. Reivindicar el triunfo cuando las cifras señalan precisamente lo contrario y negar la cercanía –política y personal– a pesar de las pruebas de diez años de celebrada relación, constituyen la ruptura entre las creencias y los comportamientos, que es lo que caracteriza a ese síndrome. Lo interesante de este caso es que se expresa en lo individual y en lo colectivo, en el pastor y en el rebaño.
Lo del pastor no es algo nuevo. Desde antes de dejar el Gobierno ya presentó muestras de esa dicotomía cuando alegaba desconocimiento de la trayectoria y las posiciones políticas de sus compañeros de primera hora. Eran los que habían sostenido por largos años las propuestas más utópicas de la izquierda, de manera que él, como cualquier persona que leía un diario o escuchaba la radio, no podía sorprenderse por las decisiones que ellos tomaban en sus cargos gubernamentales. Asimismo, afirmó desconocer a cada uno de los pillos que, gracias a la prensa corrupta y a los odiadores, fueron saliendo a la luz mientras ejerció la presidencia. Ya fuera del cargo, el síndrome se agudizó. Su más reciente manifestación, la adjudicación del contralor corrupto al gutierrismo, es cómica, pero sobre todo preocupante.
La reacción del rebaño es comprensible, ya que no surge de su interior, sino que es la orden que viene desde arriba. Como han sido siempre a lo largo de la historia, estos fenómenos políticos son el reflejo pavloviano, irracional, al estímulo. Tiene mucho de disonancia, porque no existe coherencia entre las palabras y los hechos, pero muy poco de cognitiva, porque allí no interviene el conocimiento.
Estas manifestaciones de un síndrome individual y colectivo no pasarían de ser casos de estudio si no fuera por el efecto político que tienen. La creencia construida de esa manera es la materia prima para la construcción del relato, esto es, de la interpretación de la situación. La afirmación de un triunfo cuando es una derrota es un instrumento efectivo para consolidar las propias filas. La instauración de un relato artificioso coloca a los opositores en una posición defensiva, ya que deben entrar en el terreno de las interpretaciones y dejar en segundo plano a las realidades y las propuestas. La disonancia de los unos puede modelar la conducta de los otros, aunque estos últimos sean mayoría.
Los resultados de la consulta deberían dejar sin piso a la interpretación triunfalista del pastor y sus borregos. Igualmente, la decisión del jurado norteamericano debería servir para demostrar de una vez por todas los altísimos niveles políticos e institucionales que ocupó la red organizada de delincuencia y, sobre todo, la complicidad de las principales autoridades de aquel tiempo. Pero ellos seguirán con el relato y habrá quienes les crean. Bien decía un intelectual latinoamericano, refiriéndose a un colega, “este cree que porque Asterix y Obelix le daban porrazos al César no existió el Imperio romano”. (O)